"Hay golpes en la vida tan
fuertes. Yo no sé..." decía Cesar Vallejo cuando
oraba Los heraldos negros.
Golpes como del odio de dios…
Hay desgracias en la vida tan
grandes que hasta que uno no las vive en primera persona, no sabe que pueden
existir. Hay fatalidades tan inmerecidas que hasta que no nos tocan de cerca,
no sabemos que son duras y crueles. La vida es desalmada y sádica. Y sus golpes
lacerantes caen como lozas en los ánimos más recios, escogiendo las víctimas al
azar. Golpes que son tan duros que dejan a la gente pasmada con el amargo sabor
de una pesadilla que se muestra muy real…
Siempre hemos oído hablar de
familias rotas por un accidente; También hemos oído de jóvenes que de golpe
tuvieron la vida suspendida por un desastre; Un vecino del que de repente,
nadie tiene noticia… Gente que no ha muerto pero que sin embargo ya tiene un
punto y aparte en su vida…
Y allí están en el Instituto
Guttmann. Un hospital de neurorehabilitación especializado en el tratamiento
medicoquirúrgico y la rehabilitación de personas con todo tipo de discapacidad
de origen neurológico. Un centro que tiene como lema: "Ayudar a empezar nuevas vidas". Nuevas vidas…
A veces pensamos que las lesiones
del sistema nervioso o las neurodesgracias sólo pueden tener una forma pero las
hay tanto como cavidades y laberintos en el cerebro: dolencias de
la médula espinal, traumas cerebrales, ictus, derrames, traumas
craneales, neuropatías… Desgracias que no saben de niños, ni de hijos únicos, ni de huerfanos, ni de familias adineradas, ni de inmigrantes lejos de su tierra… Un accidente, una caída, un atropello, un desplome de una viga, un cáncer... todo tipo de infortunios que
tienen como finalidad una neurodesgracia. Y todos tienen el mismo informe y el
mismo historial: coma, parálisis, sondas de alimentación, hidrocefalia,
traqueostomía, cánula, pulsioximetro, manoplas, válvulas y UCI...
Y en el Guttmann tratan este tipo
de dolencias que afectan las capacidades, los sueños de futuro, los anhelos y
las ansias del propio neuroacfectado y la vida de sus familiares. Allí están
todos en su otra realidad…
He visto
cosas terribles, cosas que no se ven en la vida real. He visto a niños sumidos,
sin inherencia. He visto a hombres que miraban como si no vieran la realidad.
He visto miradas que ya solo transmiten quietud. He visto juventudes
anquilosadas y sueños quemados. He visto el dolor del dichoso momento en el que
todo se paró y en el que todo cambió.
Hay golpes en la vida tan fuertes…
Yo tampoco sé…
Golpes como estos, que representan
un antes y un después en la vida, no sólo del que ha sufrido el accidente sino
también la de sus familiares. Es duro no volver a oír hablar a un padre.
Es duro no volver a ver caminar a un hijo. Es duro no volver a ver reír a una
madre. Es duro ver un niño y pensar que
nunca podrá tener una vida autónoma. Es duro ver un novio con la cara y la vida completamente destrozadas… Y el dolor se empoza como un sentimiento banal en una situación emocionalmente sangrienta. Y todos, de repente se quedan parados buscando un sentido a la propia existencia y a la rutina de este dolor inexpresable. Nadie puede ser tan fuerte.
“Estos golpes son las caídas hondas de los Cristos del alma, de alguna fe bondadosa que el destino blasfema…“ Pues sí. Se ven en la mirada de todos estos que sufren y que se agarran a una esperanza, una fe firme y sólida para la materialización de un milagro. Gente con la mirada perdida y con el desasosiego de los destinos inciertos porque en esta dolencia, nada es seguro. Y los diagnósticos crepitan como puñales oxidados que se clavan en viejas heridas. Pronósticos que hunden miles de familias que solo buscan un milagro…
Y en el Instituto Guttmann obran
para el milagro. Neurorehabilitación, fisioterapeutas, logopedas,
neuropsicólogos, asistentes y formadores sociales... Un sinfín de medios para
darle a todos los neuroaccidentados una oportunidad de tener una vida
normal, autónoma y una nueva manera social de vivir. Milagros de mano de
profesionales: enfermeros, auxiliares, doctores, fisioterapeutas... Milagros de
mano de gente sencilla que cada día se pone su bata blanca para higienizar,
sanear, cuidar y mimar a todo tipo de pacientes para ayudarles a crear nuevos
circuitos neuronales. Los ves por la calle y no lo sabes, pero hacen milagros.
Héroes que no saben que lo que ofrecen es mucho mas que una cura. Es la
oportunidad de una vida nueva.
Enseñar a alguien que no sabe que
sabe es difícil pero enseñar a alguien que ha olvidado que sabe es todavía más
difícil. Pero ellos lo consiguen. Lo luchan y lo consiguen a base de
profesionalidad, de paciencia y de vocación sentida.
Gracias a tantos héroes que todos
juntos hacen una labor tan grande. Gracias Karen, Ari, Jacqueline, John, María,
Iñaki, Martí, Sonia, Ainhoa, Marga, Xavi, Marí, Sandra, Ferran, Jose-Antonio, Patricia, Albert, Judit... Todos los de
aquella unidad color crema que cada día han ido aportando su pequeño granito de
arena para insuflar un poco de soplo de vida a tanta gente que han visto
pasar. Gente con panoramas tan desoladores que compungen el alma y hacen
suspirar al pensar en lo poco que puede valer un vida y de cómo todo puede ir
al traste en un abrir y cerrar de ojos. Un equipo eficaz que va cada día, a dar
lo mejor de si mismo.
Hay golpes en la vida, tan
fuertes... Yo no sé...
http://yaivi.blogspot.com