Aquí hablo de respeto, no de educación y cuando hablo de falta de libertad, no hablo de represión.
En muchos países africanos, el Respeto es una línea previamente trazada, un camino que ningún africano se plantea y que todos seguimos tal como se ha hecho desde la noche de las edades, desde la noche de los tiempos, desde siempre...
El Respeto africano es elemental. Está en todo. Está presente en el día a día, en las pequeñas cosas y en todas las usanzas. Un respeto arraigado e incrustado en nuestras costumbres diarias y va desde las reglas básicas de convivencia familial y social, hasta en la manera de hablar, de vestir, de caminar, de mirar… pasando por una jerarquía incondicional y total.
El Respeto África es jerárquico, aunque bidireccional. La jerarquía es absoluta y incluye a todas las personas que tienen más años que tu, sean sus familiares o no. Y después, está el respeto propio que dice que tienes que respetar a los de menos años que tú, porque sólo así, ellos te podrán respetar. Dicen en el Dahomey que “El pequeño debe respetar al mayor, pero lo hace porque el mayor, le respeta a él y a sí mismo.” Tal como también dijo Balzac: “Sólo se respeta a un hombre que se respeta a si mismo.”
El Respeto africano lleva incrustado no insultar, no hablar mal a la gente, ayudar a los demás, saludar siempre y obligatoriamente a todo el mundo, no levantar la voz a nadie que sea mayor que tú, no ser impertinente con nadie, venir en ayuda a los mayores, ser cívico, ser educado, no mirar a la cara a la gente mayor, no gritar a alguien que respetas, ni llamar por su nombre a los que tienen más años que tú…
En el Dahomey, como en los otros países africanos, hay una conciencia tan grande del Respeto que, hablar mal o de manera ácida a alguien es una falta de respeto casi imposible de perdonar. Mandar callar a alguien es una falta de consideración tan bestial que puede provocar una enemistad de generaciones.
Nimiedades aquí, pero que para nosotros son faltas garrafales.
Respeto concienciado porque cada uno representa su nombre, cada uno representa su apellido. Un Respeto que es el peso del honor de toda esta gente, que uno representa. Si tú te portas bien, ellos quedan bien ante “los ojos” de la sociedad, una sociedad implacable. Y si te portas mal, mancillas el pulcro e intachable nombre de tu familia, dando a entender que fallaron en tu educación y que a lo mejor, en tu casa, todos son así de maleducados. Porque tú representas tus apellidos. Representas a tu familia. Eres lo que es tu familia. Dicen metafóricamente que “El niño que juega en el fango y se ensucia, también ensucia la piel de sus padres.”
De allí que al ver a un joven insultando a un mayor o no ayudando a otro, la gente pregunta: “¿Cuál es su apellido?”. Esto es lo que hace, que son los padres o la familia, los que va a pedir disculpas a la persona a la que su hijo o su hija, ha faltado al respeto. Sólo así vuelven a recuperar su honor, dando a entender que ellos saben de respeto. Y recuerdo la frase de mi tía que decía siempre: “No has nacido de un árbol, así que respeta tu familia.”
Teoremas intangibles en los que el respeto se inmiscuye en la conciencia personal. Si respetas a tu familia, no puedes ir de manera provocativa por la calle, ni insultar a nadie. Si respetas a tu familia, serás una persona cívica. Si respetas a los mayores, les ayudaras en cualquier cosa que estén haciendo. Si te respetas a ti mismo, no harás nada que vaya en contra de tu honor y de los principios sociales…
Eres libre de hacer todo lo que quieras, mientras no le faltes al respeto a nadie, ni a nada. Esa es nuestra libertad, nuestra libertad máxima. No hay más libertad que esa. Siempre ha sido así.
Pero eso no es libertad. Tanto respeto, hace que no haya libertad. La libertad africana se acaba donde empieza el respeto al otro. Los niños africanos crecen con esa dinámica y no echan de menos la gran Libertad porque es lo que han vivido siempre. Todo el mundo, sin excepción, sigue estas reglas, sin el más mínimo atisbo de resistencia, ni de molestia. Nos gusta que sea así.
El exceso de Respeto excluye la Libertad, la libertad mínima.
En Europa, Hay una gran libertad. Un Libertad amplia. Puedes vestirte como quieras, hablar como quieras a quien quieras. No hay jerarquía. Puedes caminar como quieras, puedes faltar al respeto a la gente mayor, puedes pillar ataques de rabia y después seguir tu vida como si no hubiera pasado nada; Puedes mandar callar a tu profesor, puedes no cederles tus asientos a las personas que más lo necesiten, puedes no ayudar a los mayores, y a ellos les da igual; puedes estar sentado en el sofá, mientras tu madre se está afanando en la cocina; Puedes estar estirado cuando tu padre está limpiando los platos… No hay el respeto mínimo, y si lo hay, pues esta limitado porque aquí, la libertad es ilimitada. El Respeto en Europa es un valor que impone la ley. El respeto al otro acaba cuando pisa tu libertad.
Y nosotros, los inmigrantes que llegamos a Europa, nos encontramos de repente en un mundo en el que podemos hacer todo lo que nos plazca. Al inmigrante africano, se le abre un universo desconocido de libertades, de decisiones propias, de juicios personales. Al principio da un poco de corte, nos seguimos comportando como si aún estuviéramos allí, representando nuestros apellidos, pero después y muy rápidamente nos acostumbramos.
Dulce Libertad, aire fresco que llena los pulmones, porque es ilimitado, es vasto. Se puede hacer de todo y incluso besar a alguien por la calle, salir con cuantos te de la gana, dormir donde quieras, con quién quieras… El inmigrante se forma un mundo de Libertad en sus actos y de Respeto en sus palabras. Sigue hablando a la gente tal como le han enseñado desde pequeño, pero se nota libertad en su verbo corporal.
Es fantástico.
Lo encontramos fantástico hasta que un día, alguien nos falta al respeto y nos encontramos perdidos porque nadie nos ha enseñado a aceptar una falta de respeto. Podemos cambiar por fuera, pero nuestros barómetros internos siguen allí, iguales. Se nos cae el mundo y echamos de menos nuestros valores. Criticamos duramente e amargamente la realidad europea. Nos parece imposible que una sociedad subsista sin respeto, sin modales, sin educación y llegamos a la conclusión que tanta libertad es nefasta, porque resta humanidad, resta solidaridad y resta afabilidad.
Pero cuando volvemos a África, la libertad ya ha hecho mella en nosotros. Nos cuesta mucho adaptarnos a la falta de libertad y a aceptarlo. Yo no entendemos las cosas con la misma intransigencia que antes. Y nos encontramos perdidos porque la Libertad para nosotros, ya es un derecho básico. La sociedad del Respeto se hace tan agobiante que es imposible vivir. Y se echa de menos la plácida y apacible libertad europea.
Y es cuando se nos plantea el dilema: ¿Respeto o Libertad?
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