“Cuidado con querer hacer daño a alguien que a lo mejor sales peor parado tú.”
Esto dice el Fâ en uno de sus signos. Y para explicarlo, sigue así...
Erase una vez dos mujeres. Las dos estaban casadas al mismo hombre en un matrimonio polígamo cargados de malos rollos y de una envidia generada por los celos de una de las mujeres. Y es que de las dos, una era muy problemática. Se veía superior a su coesposa y no la soportaba por el simple hecho de que la otra era muy alegre y todo le parecía bien.
Las dos mujeres tenían un hijo cada una.
Para unas fiestas y para alegrar a su marido, la rabiosa le regaló al hijo de la otra mujer un anillo. Lo había hecho por mera hipocresía.
Un día la mujer alegre les hizo a los dos niños una papilla de maíz con miel. Los niños se la bebieron juntos y jugando el hijo de la mujer alegre empujó al hijo de la rabiosa que acabó llorando. La rabiosa explotó y se enzarzaron las dos mujeres en una pelea. La rabiosa gritaba e insultaba. No para de chillar diciéndole a la otra mujer cosas horribles. La otra mujer fiel a su costumbre, se quedó callada esperando a que le pase aquel arrebato que había tenido otras mil veces. Pero a la rabiosa no se le pasaba la irritación. Gritaba y gritaba y como veía que la otra no le hacía caso, le pidió que le devolviera el anillo que había regalado a su hijo.
La mujer llamó al niño para quitarle el anillo pero con horror descubrió que el anillo se había quedado pequeño y que no se lo podía quitar. Hizo de todo: jabón, aceites… Pero el anillo no salía. La otra mujer no quiso ablandarse y dijo que le daba igual lo que había que hacer pero que ella quería su anillo. El desencuentro fue a tal que ni el marido pudo disuadirla y al final acabaron en casa del rey.
El rey habló con la rabiosa pero la rabiosa seguía en sus trece y que pasará lo que pasase, ella quería su anillo. Hicieron de todo para quitar el anillo pero la única solución era cortarle el dedo al niño. La madre del niño lloraba y suplicaba pero nada. La rabiosa quería su anillo. Y el rey ordenó que le cortasen el dedo al niño. Y se lo cortaron.
La madre del niño sintió el dolor de su hijo y al ver que la rabiosa sonriendo recogía su anillo le dijo al rey.
- “Esta mañana le hice una papilla a su hijo y también quiero mi papilla. Que me lo devuelva. Y si a mi hijo le han cortado un dedo por un anillo, quiero que a su hijo se le abra la barriga y que me devuelva mi papilla…”
Y le abrieron la barriga y el niño se murió.
Y el Fâ dice que cojamos la moraleja de las metáforas. Que si le quieres hacer daño a alguien no vayas a salir tú peor parado. La maldad es como un boomerang. Siempre vuelve a su remitente…
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