lunes, 30 de junio de 2014

LAS MALETAS DE CARTÓN.

 

Una vez me echaron de una casa.

Me echaron de la casa en la que vivía. Con razones absurdas, me dijeron que ya no querían que viviera más allí y que me tenía que ir. Una casa en la que había estado diez años de mi vida, donde había pasado buena parte de mi infancia. Allí, tenía mis amigos, mi escuela, todo lo que recordaba…

Y mi madre me vino a buscar. No tenía maletas ni bolsas para meter mis cosas. No teníamos ni maletas ni bolsas. Buscamos cajas de cartón. Y en ellas puse las pertenecías mías de diez largos años. Puse mi ropa, mis zapatos, mis amores secretos, mis ilusiones, mis risas, mis canciones. Todo cupo en dos grandes cajas de cartón y nos las llevamos en la cabeza como hacían mi pueblo. Aquel día sentí una vergüenza tan grande, vergüenza de que me hubiesen echado de allí y vergüenza de mis cajas de cartón. Me daba cosa que me viera la gente, que me vieran mis amigos en aquel estado de “expulsada”.

Aquel día, un día cualquiera de 1996 me fui del lugar de mi infancia llorando, dejando atrás todo lo que me importaba a mis quince años y jurando volver al lugar de mi infancia. Me fui dando la espalda a lo que serían más tarde, mis recuerdos. Allí, no fui muy feliz pero me dio una pena tan tremenda irme que jamás, jamás había vuelto a sentir este tipo de pena. Allí no fui muy feliz pero siempre que vuelvo a aquel lugar no puedo evitar sentir una melancolía y una nostalgia inmensa.

“Volveré un día, una buena mañana entre vuestras risas. Sí, cogeré un día el tren del recuerdo…” Dice Françoise Hardy en su canción. Y yo flipaba de ver la similitud entre esta canción y mi vida, sin darme cuenta de que esta similitud se haría mucho más evidente en un futuro, cuando volví y ya nada era lo mismo…
Me fui de allí llorando amargamente, sintiéndome sola y rechazada. Rechazada por gente que yo quería, gente que decía que me quería y viendo caer lo poco que me había construido en mi corta vida de adolescente. .

Hoy he vuelto a echar de menos maletas.

Me han echado del trabajo.

“Eres prescindible” Palabras que no pretenden hacer daño pero que quieren decir lo que quieren decir. Prescindible. Innecesaria. Sustituible. Hoy me han echado del trabajo y siento una vergüenza tremenda. Vergüenza de los que no entienden nada flotando en un shock paulatino. Me han echado y me siento inútil, inepta, ineficaz, incapaz. Y no puedo evitar que me de vergüenza ser todo esto. Una vergüenza tremenda. Me da vergüenza decir a la gente que soy inepta.

Y no paro de repetirme a mí misma que hice todo lo que pude, que intenté hacerlo lo mejor que pude. Pero no puedo quitarme de encima que si esto me ha pasado es simplemente y llanamente porque soy prescindible. El futuro me da miedo. La incertidumbre me aplasta y el misoneísmo me mata.

Y hoy he recogido todas mis cosas. No tenía maletas ni cajas de cartón. Hoy tenía bolsas. Intente poner en dos bolsas todo lo que generé durante estos años. Casi diez. Años de lucha personal. Años de vivencias. Pero hoy ya no tengo quince años y hoy no estaba mi madre. Hoy estaba sola, llevándome mis cosas como una ladrona. Me lleve mis cosas a horas en las que no me podía ver nadie. Aprovechando que estaba sola, lo recogí todo. Carpetas, cartas, sueños e ilusiones y las metí todas en dos bolsas enormes. Me fui intentando que no me viera nadie y luchando contra las ganas de llorar, echando de menos a mi madre como hacía años que no lo hacía. Me fui con mis bolsas con la misma sensación que aquel día de las maletas de cartón.

Hoy también tenía miedo que me viera alguien y que supieran que me habían despedido. Vergüenza tremenda como aquel 1996. Y sola, luchando contra el peso de mis recuerdos, he cerrado la puerta de la oficina rezando para que no me viera nadie. Como un zorro me fui. Como una ladrona a hurtadillas, para que no viera nadie mis bolsas y que lo que llevaba encima era el peso de mi vergüenza. Me han despedido porque soy prescindible. La vergüenza me habita. Y la decepción también. Ahora se me abren caminos que no conozco y sentimientos algo burdos. Siento cosas raras. Cosas que sienten los que de repente ven una realidad que llevan años rehuyendo. Y no es que quisiera chulear pero jamás pensé que me pudiesen despedir. Hoy me han vuelto a echar por segunda vez en mi vida. Y quien sabe de lo que hablo sabe que mi trabajo también era mi casa.

Aquí también dejo gente querida. Gente con la que he compartido risas con sobreentendidos y miradas cómplices. La pena para mi es dejar atrás tantas cosas compartidas cada mañana. Laura. Merche. Yol… Toda la gente que he conocida y tantas charlas a escondidas de los jefes. Tantas risas y tantos hombros sobre los que me he podido apoyar. Tantos agobios en épocas de responsabilidades agudas y tantas preguntas transcendentales sin respuestas. Jamás juraré volver. Ya volví una vez en mi vida. Y sé que cuando vuelves, la decepción es mayor porque ya nada es lo mismo.

Lo que dejo atrás no es sólo un trabajo. Son sentimientos. Son luchas personas. Son logros. Ahora, me toca levantarme y seguir tal como seguí entonces, en aquel lluvioso día de 1996, aunque me costó horrores. No soy ni mucho menos tan fuerte con en aquel entonces. Porque antes tenía promesas, tenía sueños pero es que hoy no he jurado volver.

Y no me cansaré de dar las gracias. A lo mejor es lo único que debería de sentir después de tantos años. Pero no me puedo quitar de encima esta sensación de vergüenza por haber resultado “Prescindible.”

http://yaivi.blogspot.com/


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yaivi, eterna niña huérfana, eres absolutamente imprescindible para esta sociedad tan necesitada de tu diferencia, inteligencia, sensibilidad y ternura...
Para mi eres imprescindible de verdad.
Me gustaría besar tus maletas de cartón...

Anónimo dijo...

Quina putada!!! Llora lo q necesites pero no te ahogues.
escribiendo lo q escribes y como lo escribes te digo yo q para mi no eres prescindible. Petons

Anónimo dijo...

No eres prescindible Bella, lo sabes de sobras. Jamas te olvidare. Gracias por todo. Estoy y estare para lo que necesites. MGM

Anónimo dijo...

Todos somos material de desecho para esta sociedad. Hay varios millones-5,6 o 7, les da igual-por aquí. Son fungibles para la máquina trituradora...
Pero tus palabras, tu orfandad perpetua, tu ternura, son tan necesarias para mi como la lluvia.

Anónimo dijo...

De eso nada. Prescindible? Todos lo somos, solo las circunstancias de cada momento lo define.

Anónimo dijo...

No hay nadie imprescindible en el mundo. La naturaleza esta relacionada entre sí, si algo falla todo falla. "Si alguien no es feliz, nadie puede ser feliz.