No sé porque la gente pregunta:
¿Qué tal…?
En general, en las sociedades africanas, hablando más del antiguo Dahomey que de otro país, preguntar a alguien
“¿Qué tal…?” quiere decir, que estás totalmente interesado y totalmente dispuesto a escuchar a esta persona, a prestarle tu tiempo por si lo necesita, a reconfortarle y aconsejarle en caso de que te diga que las cosas le van mal…
En efecto, preguntar a alguien “como le va todo” es sentirse capacitado para identificarse mentalmente e afectivamente con el estado de ánimo de esta persona y a meterse en su piel. Empatía pura y simple, sin impasibilidad.
Allí, el día a día va de par con esta empatía que a muchos, seguramente les resultaría empalagosa. Para empezar, en nuestra educación entra el indagar sobre la vida de la otra persona como hábito social. Hay que preguntar cómo está esta persona, cómo está su familia, cómo le va aquello, cómo solucionó aquello otro, qué fue de aquella persona de la que en su momento te hablo, cómo se está recuperando aquella tía enferma, si al final se solucionó aquel problema en el trabajo, cuáles eran las nuevas alegrías, cuáles eran los nuevos problemas…
No sé si es que nosotros tenemos mucho tiempo libre, que muchos lo dirán, o que simplemente es otro valor más que tenemos, pero aquí en donde ahora vivo, las cosas no son así. No sé como será en los otros países europeos pero aquí, muchas veces, cuando alguien pregunta
“¿Qué tal...?”, sólo espera oír “bien, muy bien”. Cualquier otra respuesta viene acompañada de una incomodidad del interlocutor, porque se encuentra en una situación en la que no sabe qué hacer, ni qué decir ante el aflojamiento verbal de su amigo, compañero o familiar que, sobrepasado por las vueltas de la vida, explica su bajo estado anímico por causas ajenas a su voluntad.
Aún podría entender que, ante según qué situación, la gente no sepa qué decir, ni qué hacer, porque no se lo esperaban o porque nunca se habían encontrado en unas circunstancias similares, pero lo que ya me parece surrealista e inadmisible, es que algunos, jamás te vuelvan a preguntar sobre aquel problema o aquel inconveniente de tu vida que les explicaste, ya sea que tu madre está enferma, ya sea que perdiste tu trabajo, ya sea que estás mal por una perdida de un familiar o que tengas problemas económicos. No sé por qué, después no inquieren sobre el asunto. A lo mejor no se acuerdan. Triste. O incluso más triste aún, les da igual.
Cuando más dramática es la situación, menos te preguntan después. Cobardes emocionales, que se esconden detrás del “
es que no te quería molestar” o “
no sabia si querrías hablar de esto”, para esconder su poca empatía, su abulia, su indiferencia y su indolencia para con los demás.
Si alguien te explica un problema que tiene, es que te abre une ventana hacía su intimidad, y esto te da derecho a preguntarle, después, si pudo solucionar aquello o si finalmente está más tranquilo después de su abatimiento personal.
Amigos que no tienen ni el coraje de preguntarte como te va aquello. Familias que no hablan de la dificultad económica de otro familiar. Gente que no te pregunta como está tu padre enfermo, o si hay alguna novedad sobre un asunto que a ti te preocupa. Algunos incluso, después de que les expliques y un drama acongojador, cambian drásticamente de tema y te explican una alegría suya o una chorrada que no viene a cuentos, como para zanjar el tema y dejar patente su falta de interés.
Empatía cero. ¿En qué mundo estamos? ¡Qué venga Júpiter y lo vea!
¿Dónde esta la simpatía, la amistad, el amor y la empatía? ¿Dónde? A muchos se les llena la boca de
“¿Qué tal? “¿Cómo te va todo?” cuando en realidad no quieren oír tus desgracias. ¡Claro! Es mucho más fácil vivir en la inopia de las alegrías.
Yo no quiero que alguien me pregunte como estoy, si después se queda de espalda en el alfeizar de la ventana de mi intimidad sin mirar adentro. ¿ Entonces por qué me pregunten qué tal estoy?
La fórmula debería de ser
“Explícame las cosas que te van bien”
Falsa simpatía, falso amor, falsa amistad. No quiero que nadie me diga
“¿Qué tal...?” si no quiere oír mis problemas. Todos tenemos problemas. Todos pasamos por momentos duros de la vida. Y los que tienen alegrías, también tienen problemas. Yo tengo muchas alegrías. Capialzados emocionales. Pero si te digo que mi madre está mal, como mínimo, espero que después me preguntes por ella, o por cómo le va. Sino, por favor, no me digas más
“¿Qué tal...?”
Preguntar a alguien por un mal momento que está pasando u ofrecer un poco de su tiempo para escucharle no es nada malo. Al contrario. Sólo sirve para acercarte más a esta persona. Y digo un poco de tiempo porque sé que aquí en Europa, los blancos tienen reloj pero nunca tienen tiempo.
No pido que nadie resuelva los problemas ajenos, sino sólo que presten atención y que se muestren interesados por las preocupaciones de los demás. No cuesta nada. Y sirve más para ganar la confianza de los otros. Es una habilidad social que denota educación, principios y mucha humildad, como cuando se dice a alguien:
“Cualquier cosa, sabes que estoy aquí.” Fórmula amorosa que enriquece las relaciones. Reconfortante bálsamo de saber que alguien piensa en ti, que alguien se preocupa por ti.
También tengo que decir que existe una raza de gente, un tipo de gente que te explica sus problemas, y después cuando le preguntas acerca de ello, te dicen que no quieren hablar del tema. Y entonces ¿por qué lo explican? ¿Para qué? ¿Sólo para que lo sepamos a medias? O ¿para que los otros estén con ellos en esto?
Muchos abusan del
“¿Qué tal…?” intentando ser afables porque para ellos, es simplemente una fórmula de “politesse”. Pero el
“¿Qué tal…?” es más que una simple fórmula de educación. Es amor, es atención, es empatía.
“¿Qué tal…?” es amistad, es lazos y es continuidad.
Así que os pregunto:
“¿Qué tal…?”
Para Elsa J. R-S. Por preguntarme siempre por mi madre. Gracias Elsa.
http://yaivi.blogspot.com/
6 comentarios:
Muy cierto: generalmente usamos el "¿qué tal?" como una mera y rara cortesía que precederá al silencio. Interesante lectura, como siempre. Saludos.
Impresionante tu blog, me quedé enganchada. Y sí, generalmente es una cortesía, y más cuando viene de un bien ya añadido:"qué tal, bien?"
En fin, si no es mucha molestia te invito a que eches un vistazo a mi blog, a ver que te parece:
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/
Intento que todos los posts hagan reflexionar sobre nuestra propia cultura. Espero que te guste. Un saludo,
Noemí
Hola Noemi.
Ya vi tu blog hace tiempo. Es que muchas veces, me gusta pasear por la red a buscar blogs chulos. Y el tuyo me encantó. qué bonito. Si quieres lo puedo enlazar al mio.
Si algún día nos conocemos, te contaré. Siempre podría ir peor. Un abrazo.
Interesante lectura... te hace reflexionar y darte cuenta de nuestra educación. Es cierto que cuando preguntamos que tal, esperamos oir un simple bien, mal o regular... sin mas... en cambio, mi marido es senegales, y cada vez que se encuentra con otro por la calle, se paran al menos 5 minutos para preguntarse por si, por el trabajo, por la familia...etc.
En mi opinion, nos doblan en educación para todo.
Lo haz clavado! xq es totalmente cierto!! detras de esa aparente "cortesia" solo hay desinteres e indiferencia ademas claro de muxo cinismo como bien recalcas tu cuando mencionas las excusas que usan para justificar ese comportamiento:“es que no te quería molestar” o “no sabia si querrías hablar de esto” pooooooooooooorfaaaaaaavooooor! xq sobre todo a veces esa persona que te quiere contar sus cosas realmente quiere que la escuches y tambien creo que se puede ayudar muxo haciendolo con interes y atencion xq a veces cuando uno tiene una opinion desde fuera eso le da mas objetividad y perspectiva a la hora de buscar una solucion a la situacion que tiene :)
Publicar un comentario