jueves, 19 de noviembre de 2015

REFRANES DE AMISTAD.

 

La amistad es el mejor de los sentimientos.

Dicen las leyendas del antiguo Dahomey que en la noche de las edades, las mofetas no olían mal.

Erase una vez, dos amigos. Erase una vez, una mofeta y una rata de campos. Y las dos eran amigas, muy amigas. La mofeta, muy concienciada era comerciante y viajaba de por el mundo en busca de productos para vender. La rata era más inquieta. Le daban igual las cosas y siempre se entrometía en todo. A pesar de ser tan diferentes, las dos ratas tenían una amistad brillante. Las dos amigas vivían en el mismo pueblo.

Un día que la mofeta comerciante se disponía a irse a la gran ciudad en busca de productos para vender, su amiga, la rata, quiso acompañarla pero la mofeta se negó. El camino era largo, eran varios días de marcha. Además, en la ciudad había mucha gente, más del que su amiga había visto jamás en su vida y al no estar acostumbrada, podría perderse o ponerse nerviosa. Y como conocía su amiga, la mofeta se negó. La rata la suplicó y la suplicó pero la mofeta se negó. Rotundamente, se negó.

El día del largo viaje, se despidieron y la mofeta empezó su viaje para llegar a tiempo a la ciudad para el día del gran mercado. Después de unos cuantos días caminando, la mofeta notó que alguien la seguía. Presa de pánico, se escondió para escarparse de quien ella pensaba era un depredador. Para su gran sorpresa, quien la seguía no era más que su amiga la rata. La mofeta se enfadó muchísimo y su amiga la suplicó y la suplicó otra vez para que la dejaran acompañarla... Ya tan lejos de casa, la mofeta no pudo más que aceptar que su amiga hiperactiva, la acompañará. El camino a dos sería más agradable y su amiga podría cumplir su ilusión pero de todas maneras, cauta, la mofeta le dio a su amiga unas cuantas pautas respeto al mercado en la ciudad. Le prohibió tajantemente acercarse a las mercancías ajenas o meterse por todos los rincones del mercado. La rata le prometió a su amiga que “Si” y que se portaría bien. Y allí juntas, las dos amigas siguieron caminando.

Muchos días más tarde, llegaron al mercado. La rata, en cuanto llegaron se quedó deslumbrada por la cantidad de gente y sobre todo por la cantidad de víveres y de alimentos expuestos en el mercado. Había de todo. Dulces, salados, picantes... Y sin poderse resistir, la rata se metió en medio de un puesto de galletas y se puso a comer. Allí había queso. Lo probó. Azúcar. También lo probó. Frutas. Insectos. Plantas. Huevos… de todo probó la rata glotona e insaciable. Y cegada por la gula y la desvergüenza, iba robando de aquí y de allá comiendo sin parar. La gente del mercado molesta por la rata ladrona empezaron a darle caza. Palos por aquí, palos por allí a gritos de “¡Ladrona!” hasta que al final un palo enorme cayó encima de nuestra amiga y la mató en el acto aunque dándole el tiempo de hacer una última deglución.

La mofeta, que ya había perdido de vista su amiga hacía rato, empezó a buscarla llamándola a voces. Después de buscarla por mil rincones del mercado, acabo encontrándola en un charco de sangre. La pobre mofeta impulsada por el sentimiento profundo de su amistad, recogió el cadáver de su amiga para llevarla de vuelta al pueblo para que sus familiares le diesen sepultura.

El camino de vuelto fue durísimo. Con el cadáver de su amiga a cuestas, la mofeta llorando se arrepentía de haber aceptado que la acompañara. “Fue culpa mía” se repetía una y otra vez. Era tan largo el camino que al cabo de unos días, el cadáver de la rata empezó a pudrirse. También llovió y la lluvia empapaba a la mofeta con el olor desagradable del cadáver pero la mofeta se negaba a abandonar el cuerpo sin vida de su amiga.

Y cuando llegó al pueblo la gente la miraba señalándola con la mano o tapándose la nariz. La mofeta olía tan mal que nadie quería acercarse a ella. Putrefacción y descomposición. Y sin poder explicar su versión de los hechos, la acusaron de haber mayado a su amiga la rata.

Y dicen que por esto hasta el día de hoy, las mofetas huelen tan mal.

En el Antiguo Dahomey, los sentimientos de querer o de odiar se dicen con un sentido tan primario como el olfato. Para decir “Te quiero” se dice “Me gusta tu olor”. Sentimiento elemental desde la noche de los tiempos cuando nuestros antepasados ya sabían que el amor era cuestión de sentidos. Por lo mismo. alguien cual olor no le gusta a nadie significa que nadie le quiere.

Y allí se quedó la mofeta con su olor que no le gustaba a nadie, con su sentimiento de culpa y juzgada por todo el mundo. Desgracias que no vienen impuestas por gente a los que ya advertimos.

La amistad es el mejor de los sentimientos.

Proverbios de amistad:

  • “La amistad no es una tutela.”
  • “Un amigo vale más que un hermano”
  • “Un enemigo franco, vale más que un amigo falso.” 
  • “Quien no tiene amigos, muere pobre”
  • “Vivir sin amigos, es morir sin testigos” 
  • “La amistad es más que cualquier otro sentimiento humano.”
  • “Una buena compañía vale más que una buena comida”
  • “Tu enemigo también puede ser  tu amigo cercano”
  • “Hazte el muerto y sabrás quien te quiere de verdad”
  • “Creerse más inteligente que su amigo, es comprometer la amistad” 
  • “Dar amistad a quien quiere amor, es como dar pan a quien se muere de sed”
Para Jessica, con toda mi amistad. 

http://yaivi.blogspot.com

lunes, 16 de febrero de 2015

CUANDO DUERMES...


A veces, por la noche cuando duermes me acerco a ti para notar tu respiración.
A veces cuando duermes, escribo mil palabras en tu barriga y te hago mil cosquillas haciendo bailar mis dedos sobre tu cuerpo.
A veces cuando duermes, te abrazo por la espalda y te doy besos en el corazón.
Y a veces me quedo quieta, cuando de repente cambia tu respiración. Inspiración muda y suspiros.

Es cuando tú duermes que yo sueño; con los ojos abiertos y con una enorme sonrisa.
Sueño con cosas que nunca me dirás, cosas que me encantaría oír de ti.

A veces cuando duermes, lloro. Lloro porque me pesa la vida.
A veces cuando tú duermes, me puede todo. E infinitas veces he temido que mis sollozos te despertasen.
A veces cuando tú duermes, analizo mis fracasos y mis pocos éxitos. Veo mis ansias de que llegues a casa y el temor de que me veas tal como yo me veo a mi misma.

A veces cuando duermes, te abrazo exactamente como a ti no te gusta y te imagino gruñendo.
Tú no lo sabes, pero cuando duermes me vuelvo gamberra, traviesa y pícara. ¡Sí! Cuando duermes te hago todas aquellas cosas que con este aire tuyo señorial, me instas a no hacer.
A veces, pienso que te vas a despertar y vuelvo a sonreír cuando te noto tranquilo y con la respiración acompasada.

A veces cuando duermes, me vuelvo tuya y me pego toda a ti. Rememoro aquellas conversaciones tan bonitas que teníamos. Las repaso. Y repaso tus risas y tus payasadas que tanto me encantan.
A veces cuando duermes, pienso en ti. Pienso en cómo hemos cambiado y también en aquel “¿Qué será?” que me aterra.

Y lo que no sabes es que cada noche, abrazada a ti, mi última convicción antes de entregarme a los brazos de Morfeo es que justo aquí es donde yo quiero estar. 

Abrazada a ti…

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