jueves, 30 de octubre de 2014

LA DEPILACIÓN.


Ayer, por primera vez, me depilé.

¡Sí! No es que no lo hubiera hecho antes, pero es que era la primera vez que me depilaba con la cera.

La cosa es que antes de venir a Europa, yo nunca me había depilaba. Unos se pensarán “¡Qué marranada!” pero no. Nada más lejos de la realidad. No me depilaba simplemente porque no tenía pelos. No tenía nada de pelos. Era lampiña como una impúber; Pelona y con una piel suave, lisa y agradable al tacto.

Pero muy pronto, las condiciones climáticas europeas hicieron mella en mi metabolismo. Empecé a tener pelo, como reacción de mi cuerpo para protegerse del frío invernal y conservar el calor de mi cuerpo. Y yo que me reía de los estereotipos de belleza, un día, un buen día, ya no colaba tanto pelo y me tuve que depilar. Tirando a lo práctico usé unas comodísimas cuchillas con las que he ido tirando hasta ayer, hasta que me convenció una amiga para depilarme con la cera. Al parecer las cuchillas hacen crecer el pelo más denso, más fuerte y más rudo. Ya decía yo…

Así que lo probé. Me depilé con la cera. Y ¡Dios mío! Qué dolor…

“No te preocupes, que no duele…” Me engañaron. Jamás en mi vida había sentido tanto dolor.

No paré de chillar como si de un matadero se tratase. Chillaba, gritaba, berreaba. Y cuando tiraba, para arrancarme pelos y pelos de años usando cuchillas, yo veía estrellas y chillaba como si de allí no iba a salir viva. Sudaba con cada gota de cera. También le agarraba de la mano a la esteticién bramándole con los ojos muy abiertos: “¡¡Esperaaaa!! ¡No tires!”. No podía parar de gritar. Estaba sudada, profiriendo improperios y llamando el nombre de Júpiter en vano. ¡Dios!

Pensé que la parte de detrás de las piernas no dolerían. Vi estrellas. Pensé que las asilas dolerían menos. Vi estrellas llameantes. En las ingles, ya era un dolor entumecedor. Ya no sabía ni donde estaba, ni cómo me pude dejar convencer. Dicen que también depilan las partes íntimas. ¿Cómo pude aceptarlo? Jamás imaginé que este dolor existía. Un suplicio inmerecido que veía venir cada vez que me aplicaba la cera.

Y cuando ya agradecía el cielo el haber acabado, me preguntó la esteticién: "¿Te hago la zona T?" 

¿La zona T? Ni loca. No sabía lo que era pero auguraba dolor.

La depilación con cera es una tortura, un martirio y un suplicio. ¿Quién inventó una costumbre tan dolorosa? No entiendo que las blancas se depilen así desde temprana edad.

Lo que me hace pensar es que después de tanto tiempo en Europa, que me sigan sorprendiendo estas cosas…

Ya estoy depilada y no os podéis imaginar lo liso que lo tengo todo. Lo tengo todo tan liso que no paro de acariciarme las zonas depiladas con una sonrisita de gustirrín.

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miércoles, 8 de octubre de 2014

EL PELO AFRO.


Cada país tiene sus costumbres y sus hábitos. Y muchas veces, lo que para unos es la cosa más común y ordinaria del mundo, en otro sitio resulta ser algo bastante especial y fuera de lo normal.

El pelo afro en Europa, más allá de la representación de un pelo africano, es la denominación perfecta de una espectacular bola de pelo con pequeños rizos. Un peinado voluminoso y sin gravedad. Un pelo llamativo, admirable y bastante envidiado. ¿Quién no se ha quedado embobado mirando un pelo afro? Aquí en Europa, es un estilo más entre muchos otros y goza de bastante consideración tanto en hombres como en mujeres. ¿Qué blanco no ha deseado tener el pelo afro? Un estilo que da un aire chic, a la vez que exótico y moderno.

Pero en muchos países africanos, el pelo afro es un enmarañamiento horrible de pelos imposibles de peinar y de doloroso y difícil cuidado. Un desastre natural, regalo del mismísimo Mefisto. Una conspiración del destino… ¿En qué pensaba Júpiter? Un pelo que nada tiene que ver con el Afro de los blancos y de las mulatas. ¿Qué negro aspira a llevar el pelo afro, tal como lo conocemos nosotros?

El pelo afro, un pelo puntero de los años sesenta en los ambientes africanos, se llevaba en los movimientos pacifistas y en el mundo artístico aunque mucho más corto. Actualmente, ridículo en los hombres y demasiado extravagante para las mujeres, el pelo afro aun teniendo sus raíces en África, no entra ni en el lenguaje usual como algo natural. ¿Cuántas mujeres africanas hay por la calle con el pelo peinado hacía arriba?

En los países del golfo de Benín y precisamente en el antiguo Dahomey, las opciones son diferentes para chicos y para chicas. Los hombres allí, van rapados o van con el pelo corto aunque tampoco tienen mucha libertad para poner la raya. Una raya mal puesta puede ser motivo de burlas grotescas. Para las chicas, las cosas son distintas aunque tampoco se extienden a más campos. Las opciones de teñirse o llevar cortes extravagantes de pelo naturales son inexistentes. Las chicas van trenzadas con miles de opciones de trenzas o van con el pelo corto.

Los peinados se han vuelto un distintivo palpable. Y las habladurías sociales afirman sin ningún fundamento valido, que las mujeres inteligentes o las estudiantes de carreras difíciles tienen que llevar el pelo muy corto y sin trenzar, porque esto demuestra que pasan más tiempo delante de los libros que en la peluquería. Tal como decía el reglamente de mi instituto que ponía en letras grandes: “Una buena científica tiene que llevar el pelo corto”. Por lo que en los reglamentos internos de todas las escuelas, hay un apartado extenso dedicado a los estilos de peinados permitidos. En algunas escuelas prohíben las trenzas simplemente para evitar distinciones o diferencias evidentes de clases sociales, porque las trenzas divergen según el poder económico.

Algunas escuelas son más permisivas pero tanto en escuelas privadas como en públicas, el pelo Afro, aunque no necesite horas de peluquería es el único prohibido en todas partes.

Dicen que el pelo afro es un punto esencial de distracción, ya que es imposible no mirarlo y que además, los de detrás no ven. Y allí, sin más distintivo y con este simple argumento, el pelo Afro está prohibido en todas las aulas.

Es curioso que un pelo, aquí tan sensacional y vistoso, allí no goce de ninguna popularidad.


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lunes, 6 de octubre de 2014

LE GOÛT DE TES LÈVRES...



Tu ne vas pas me croire... J'ai oublié le goût de tes lèvres. J'ai simplement pensé que t'aimer, te garderait luxueusement, avec tous les détails dans ma mémoire. J'ai même pensé que graver sur papier tes gestes et tes mots m'aiderait à ne jamais t'oublier. Hélas! J’ai oublié le goût de tes lèvres…

Je me souviens de chaque parcelle de ton visage. Je me souviens de la couleur de ta voix et même, de comment résonnent tes rires. Je me souviens de ton air, de tes caresses et j’ai encore ton odeur en moi. Mais je ne me souviens plus du goût de tes lèvres.

A quoi me sert-il de me revoir collée contre toi, si je ne suis pas capable de définir un sens aussi basique ? Amours impossibles et vaines trahisons. Je garde en moi souvenirs et chagrins. Je porte en moi rage et peine, parce que nos lunes finissent toujours pareil... Lunes de miel, avec la passivité des choses impossibles et des réalités qui giflent. Lunes de miel, avec la nostalgie de ne pas vivre les amours au moment adéquat; la tristesse des baisers qui viennent tard et des mots qui ont déjà perdu leur sens. La mélancolie d'un amour qui n'existera jamais.  Ma lune de miel, ma triste lune de miel, ma fausse lune de miel... Mon coeur a un secret.

Que m'importe Paris, si je t’ai pour moi toute seule entre quatre murs ?

Corps entrelacés et respirations accélérées…. Je me meurs. Je me meurs parce que ma routine ne me plait plus. Rends-moi mon souffle. Il est resté avec toi. Rends-moi mes envies. Je les ai perdues après tant de luttes personnelles, tant de luttes pour toi...

J’aurais dû être plus attentive mais enivrée par la passion, je me suis laissée aller. Je ne suis rien d'autre que négligente et distraite. Banale et nulle, j’ai oublié le goût de tes lèvres...

Et c’est cette mélancolie et cette tristesse qui font que tu me manques autant parce que je t’aime maintenant encore, comme toujours, depuis...

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