martes, 28 de junio de 2011

MI JUVENTUD SE VA ...


“Mi juventud se va, a lo largo de un poema. Y de una rima a la otra, se va con los brazos colgando… Mi juventud se va, hacía la fuente seca y los segadores de mimbre siegan mis veinte años…”

Eso decía la canción. Y así me siento yo, a la víspera de echar el cierre a todos mis veinte, entrando en otra década más de edad y con mi juventud escapándose a paso lento, hacia la fuente muerta...

He pasado mis años errando en la amarga melancolía de los recuerdos y en un mar de dudas. He pasado mi vida paseando sola en la orilla de las aventuras y dispersa por las ganas de gustar a los demás.

Décadas melancólicas. Infancia dura, adolescencia reprimida y juventud indecisa. Personalidad plagada de contradicciones. Absurda y sensata, he absorbido todo lo que me enseñaban. Candida, ingenua y crédula, me lo he creído todo. Todo, e incluso que el mundo era justo.

Infancia de aromas. Olor lavanda. Lavanda, romero y sábanas estiradas. Infancia de recuerdos. Pequeña y frágil, he recibido tantos golpes a lo largo de mi infancia, que aunque yo no lo supiese me han tenido mortificada y apartada de las decisiones propias. Miedo a equivocarme, inseguridad, inestabilidad, indecisión… Los tengo todos. Golpes físicos, que me dolían tanto que alguna vez me hicieron mear encima, de dolor, abandonándome a la angustia y a la tristeza de la ausencia de mis padres.

He estado viviendo sin saber nada de la vida. He estado encerrada en mi misma, leyendo libros en lenguas muertas y navegando en rimas baratas y fáciles. He pasado por mundos maravillosos, soñando con poemas y versos de Víctor Hugo. He llorado con aquellas canciones de los años de libertad, que hablaban de desamor y de soledad, aspirando los suspiros de más de un chico de las fiestas de la adolescencia. Chicos cuyas caras ni recuerdo… He vivido mi pubertad, encerrada en mi mundo, escribiendo cartas de amor sin destinatario y con anhelos lavados por la osadía de la ignorancia.

Sentimientos de la vida y experiencias que van borrado nuestras huellas, dejando un vacío enorme en nuestras consciencias. Vacío terrible y desmesurado que nos hace contar los años y ver que es mucho ya, lo vivido y esforzándonos para recordar cosas de nuestra niñez que se niegan en aparecer… Mi juventud se va. Y me doy cuenta, que las estrellas y el mar ya no me gustan tanto.
Ya no volveré a los lugares de mi adolescencia, porque aquí está el otoño de mi vida. Tardes de charlas y mañanas tristes, tantas que dejo ahora atrás, locura transitiva y emociones a flor de piel. El dolor de las amistades perdidas y el abandono del lugar de mi niñez. Todo lo dejo ahora, cerrando la puerta de todos mis veinte años.

Tres décadas que cumplo. Años metálicos e intensos. Años de rabia por objetivos no cumplidos, de decepciones y del mismo desamor del que hablaban las canciones de mi adolescencia.
Mi juventud se va, con la melodía lúgubre y lánguida de una guitarra. Se va en silencio y lo hace sigilosamente, sin dejarme marcas porque tampoco he vivido nada.
Mi juventud se va y se lleva todos los colores de mis veinte años. Todas las flores de mis años y los olores de mi madurez.

Los años me endiñan una inmerecida bofetada con mis noches solitarias, y con la melancolía de los orgasmos que hacen llorar, porque cuando queremos disfrutar de nuestras alegrías, las destrozamos. Mi juventud se va con todo a cuestas, dejándome con los lienzos en blancos y con los sueños inacabados, con la niña que no tendré y con los rayos de sol que ya se van apagando.
Mi juventud se va y tiene cogida de la mano a la niña curiosa, inquieta y siempre sonriendo y a la adolescente que jamás fue rebelde. Mi juventud se va, como la niña de mis veinte, aventurera y buscando una respuesta a todo. Aquella joven que sufría las decepciones como un pájaro herido y conteniendo las lágrimas, dolorida. Yo sé su dolor, yo conozco su pasión. Se gira una última vez, me dice adiós con la mano y se va. Se van y me dejan con todo, con mis miedos y mis frustraciones, con mis alegrías y mis penas, con una inmensa nostalgia.

No tenemos nada adquirido, dice Luis Aragón. Y cuando abrimos nuestros brazos, como para mostrar nuestra felicidad, nuestra sombra dibuja una cruz… El tiempo de aprender a vivir y ya es muy tarde…

Mi juventud se va. Aquí me quedaré yo, esperando las estaciones y tejiendo el aburrimiento, pensando en la niña que yo quería tener, con el corazón cargado de plomo, como cuando el mar llora sus olas.

Mi juventud se va, marchitándome…


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martes, 21 de junio de 2011

LÁSTIMA QUE SEA NEGRA...


El racismo pasa por las calles. Está en los detalles de cada día. Está aquí, allí e allá también… Revolotea por las conciencias, pero mezquinamente se esconde y vuelve a aparecer, arraigado en todas las costumbres elementales.

Yo no sé en qué pensaba Júpiter cuando nos hizo de colores.
Seguramente, no pensó en qué podríamos sufrir vejaciones.
Comentarios como exégesis incómodas y aborrecedores
Humillación, desdén, desprecio, altivez y mortificaciones.

En el Dahomey, corre un rumor que dice que a los blancos les encantan las chicas negras y que cualquier negra en Europa puede enamorarse de quien quiera y casarse y ser feliz, como en África… Una mentira burda y vulgar.
En los matrimonios mixtos, de negros y de blancos, muchos europeos ya de por sí, aunque no todos, ven un amor interesado por parte del negro o de la negra. Muchos, incultos cerdamente ignorantes, juegan a ser dioses y se atreven a evidenciar los intereses, que según ellos, persiguen los que no somos de aquí: dinero, libertad, pasaporte para occidente…
Y a mí que no me vengan con que hay muchos que buscan sus intereses. No. Porque yo estoy en el otro bando. El bando que sufre el horripilante dolor de las glosas absurdas. Y estoy harta de que al salir con un chico blanco, algunas negras tengan que oír: “Es maja, pero lástima que sea negra…”

Lástima es sinónimo de pena, lamento, grima y disgusto…

¿Qué pasa? ¿Por qué es una lástima que la novia sea negra? ¿Lástima por qué? ¿Lástima de qué?
¿Acaso es que ser negra va de par con ser mala persona? ¿Acaso ser negra tiene algo que ver con una malformación genética? ¿Por qué tiene que dar pena y grima alguien por su color de piel y no por su falta de valores?

No me estoy enterando de nada.

¿De qué sirve que nos eduquen correctamente con principios e añadidos, para que después tarados como aquellos, nos digan que damos pena? Mis padres llevan trabajando toda su vida por mi educación, para que me digan que es una lástima algo que no puedo cambiar. Algo tan sustancial y tan rico como el color de la piel.
“Paltoquets”, insolentes y pretenciosos. Gente que alardea de ser moderna, y educada, refinada y pulcra, y que presume de no ser racista. Gente arrogante y procaz que se piensa que por ser blanco tiene una idea no equivocada sobre aquella negra que está saliendo con su hijo. Jóvenes, que se ven en la cima del mundo y se toman la libertad de juzgar los sentimientos de los demás, que se burlan de su amiga porque se ha acostado con un negro, y dejan de quedar con su amigo porque se ha echado una novia negra... Un clasismo racista, que les hace rebosarse en su ilusa supremacía, que no es nada más que una deposición literal.
Una xenofobia aburguesada, con familias avergonzadas y disgustadas porque su hijo sale con una negra. Porque, es que ¡Es negra! Manos a la cabeza porque es una meretriz, una interesada, una muerta de hambre que sólo quiere la herencia familiar. Y encima, habrá que aparecer en público con ella.

Eso sí. Después se jactan de sus hazañas en algún viaje de safari por el África de las bestias que se denominan salvajes, sus juergas de juventud con alguna amiga negra, sus aventuras en el ejército con aquel gran soldado y amigo negro, sus mitos artísticos negros y su pasión por las máscaras Ifè. Simpatía falsa que muy rápidamente se evapora cuando la negra quiere formar parte de la familia. Y la cosa cambia. Ya no sólo son salvajes los animales, sino también aquellos que revolteaban allí en medio de las bestias… si… ¿cómo se llaman? … ay... si… ¡Negros!

Lástima ellos, que nos lastiman a nosotros. Diferentes formas de una misma palabra, que en dos sentidos, va a uno de una forma y va a otro de otra forma verbal y transitiva.

Tu lástima, me lastima. Tu pena, me hiere.

Qué pena para los niños que son de aquí, pero que les delata su color. Los que han sido adoptados, los que han nacido aquí, los que tienen una vida como cualquier otro ciudadano de aquí, pero que les vende su color…
Que triste es estudiar, tener dos carreras, saber latín y no pasar hambre, para que después te sentencien. Ojala un día cambie esto y que en lugar de hablar de lástima por un color de piel, hablemos del maravilloso mundo de la drosophila.

Y a nosotros en África, nos educan conforme que la madre naturaleza es justa, y que en los humanos hay fraternidad. Y no es así, porque aún retumba en mis oídos aquella frase: “Es maja. Sí. Me casaría con ella mañana mismo, pero es que… es negra… Lástima...”

Pues sí. Una lástima. Lástima que seas tú, tan simple.

Y cuando mi madre me dice mezquinamente “Cuenta hija… seguro que allí, hay más de uno suspirando por ti…” Pues no sé qué decirle… No sé si lo entendería. No quiero que sepa que hay gente que tiene muchos prejuicios y que el color de la piel, aún es tema de juicio en el amor.

Y de verdad que no sé en qué pensaba Júpiter cuando nos hizo de colores.


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martes, 14 de junio de 2011

LOS BLANCOS Y LA RAZÓN.


Hay un proverbio africano que dice: “Si dos personas se pelean por un billete de diez, es que uno quiere más de cinco”
El principio de la razón, está en los pequeños detalles.

Valorar si alguien tiene razón o no, según la lógica común, se basa en un mapa de principios y en una escala de valores personales que nos ayudan a definir si un acto está bien o si está mal. Valorar si alguien tiene razón o no, es hallar la diferencia entre dos cantidades, una sustracción que nos da la diferencia entre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. Es aritmética. Es geometría. Es lógica y es razón.

Poder evaluar si alguien tiene razón o no, sólo demuestra capacidad de juicio y sentido común. Y no es para ofender pero en el país de los blancos, la mayoría no saben decir: “No tienes razón” o “lo que has hecho, no está bien.”
Ante cualquier situación, la mayoría de los blancos, diplomáticos puros, encuentran la razón a todo el mundo. Ante cualquier acto, entienden y encuentran la razón a todos los sujetos. Una ilógica interpretación que da vida a las frases de blancos: “Os entiendo a los dos” y “Los dos tenéis razón.”

¿Pueden dos personas tener razón, actuando contrariamente en una misma situación de desacuerdo? Para mí, no.

Para nosotros los africanos en general, y no puedo evitar generalizar, tener razón o no tenerla es una ecuación de suma de valores positivos y negativos en la que, si los dos fuesen iguales, la suma sería cero. No habría situación. No habría desunión.
Ante un desacuerdo, una disconformidad, un enfrentamiento, una disputa o un conflicto, si uno tiene razón, es que el otro no la tiene. Una adaptación social y simple, de la reflexión de Parménides de Elea que dijo que: “Lo que es, es y lo que no es, no es.”
¡Claro que sí! Porque si lo que es, es; es imposible que lo que no es, también sea. Lo que es y lo que no es, a la vez, no pueden ser. Es razonamiento y sensatez. Si alguien actúa mal según los principio de la lógica común, no tiene razón y él que actúa bien, la tiene. Pero es imposible que quien actúa bien y quien actúa mal, tengan razón.

Y para encontrar las incógnitas de tan social ecuación, los dahomeénses vamos a la base del problema, lo analizamos, lo decorticamos y cada uno según su mapa de valores, decide a su parecer, quien tiene razón y quien no. ¡Ojo! Que si la relación es desfavorablemente embarazosa, los dos pueden no tener la razón por una ecuación de negatividad. Y no digo que todo el mundo tenga que escoger a la misma persona como culpable, pero es de locos que los dos tengan razón.

En el país de los blancos, la realidad se ve diferente. No sé por qué. Ante una misma situación, les dan la razón a dos personas que han actuado de manera distinta. Se esconden detrás de una diplomacia rara y por fas o por nefas, le acaban dando la razón a todo el mundo. Muchos, por miedo a ser juzgados ellos también, prefieren lavarse las manos y dar la razón a todo el mundo.
Otros se sienten culpables porque para ellos, decir a alguien: “No tienes razón” es juzgar a esta persona. Y no es verdad. Lo que se juzga son los hechos. No las personas. ¿Acaso es malo juzgar un hecho? Que alguien no tenga razón, no quiere decir que sea mala persona. Sólo quiere decir que ante nuestros valores y nuestros principios, esta persona ha actuado de una manera que nosotros no haríamos. Punto. Juzgar un hecho, es amor. Y juzgar un hecho con amor es más amor. Sólo tenemos que recordar que para resolver un conflicto, no se usa un cuchillo afilado, sino agujas para coser.

Esta técnica de algunos blancos es la que hace que muchos, a falta de verdad sobre su carácter, siguen actuando erróneamente porque nadie les dice que lo que hacen está mal.
Hay que mojarse a veces y decir cuando a nuestro parecer, alguien no tiene la razón. Le podemos decir a un amigo que no está bien algo que haya hecho y de paso darle herramientas o consejos para que corrija su error, sin que comprometa la amistad.

Dicen que: “Si hoy el león mata a una mala persona y nadie hace nada, mañana matará a una buena persona”. Queriendo decir que las malas acciones tienen que ser remarcadas para evitar malos mayores en el futuro.

Yo prefiero que la gente que me quiere, me diga de vez en cuando, cuando no tengo razón, o cuando estoy en falta respecto a alguien. Así sabré que tienen una escala de valores y así más, apreciaré su amistad.
Dar la razón o no darla, va ligado a la sinceridad y al amor. Ver alguien que uno quiere, actuar mal y no decírselo es no querer a esta persona. Hay miles de opciones, siempre. Pero según la lógica común hay lo que está bien y lo que está mal.

Qué hubiera pasado si Salomón hubiese dicho: “Os entiendo a las dos…”

¿Estaré equivocada? Quizás.

¿Diferencia cultural? Seguramente.

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lunes, 6 de junio de 2011

¿QUÉ COMEN LOS PECES DEL MEDITERRANEO?


Ayer leí en una revista digital, que cientos de inmigrantes habían desaparecido en el mar, como consecuencia del naufragio de su cayuco. Una tragedia corriente, habitual y de la que ya, nadie se sorprende.

Cayucos naufragados, inmigrantes muertos…
Han muerto miles. El mar se ha vuelto una fosa común y se ha cebado muchas vidas. Vidas anónimas. Vidas de personas que se van de sus países, cegados por una ilusión, y se enfrentan a las intemperies sin saber que lo que ponen en juego es mucho más que su futuro. Su vida.
Se han muerto miles de inmigrantes en las aguas del Mediterráneo. El balance es aterrador. La cifra de muertos ha ido creciendo y ya ronda los cinco dígitos.

¿Qué comen los peces del mediterráneo?

Ya sé que el proceso es mucho más complejo, pero resumiendo, se puede decir que un cuerpo muerto ahogado, se hunde por el peso del agua inhalada y luego flota por los gases derivados de la descomposición bacteriana, como el metano y el dióxido de carbono que forman bolsas de aire dentro del mismo cuerpo, que dependiendo de la profundidad a la que se hunde, se pudre a más o a menos velocidad.

¿Qué comen los peces del mediterráneo?

Muchos peces se nutren esencialmente de sustancia vegetal, pero muchos otros son zoófagos: los tiburones, la tuna, el salmón… y su dieta nutricional se basa principalmente y esencialmente en el consumo de otros peces más pequeños y de otros invertebrados. Son peces carnívoros. Depredadores unos y carroñeros, otros.

¿Qué comen los peces del mediterráneo?

Muchos de los inmigrantes subsaharianos no llegan a su destino. Uno de cada tres cayucos no llega a tocar el sueño europeo que se dibuja desde la otra orilla. Los cayucos no están preparados y arrancan llenos a rebosar de gente que no saben nadar, la mayoría. Caen al mar e imploran a sus dioses. Pero los dioses parecen no oírles e acaban hundiéndose y devorados por la fauna marina.

El mar mediterráneo, desde la línea del Estrecho hasta las costas españolas, se ha convertido en una piscifactoría natural, en la que la dieta de los peces es ahora más rica en proteínas. Un cambio en su dieta, que sin embargo no afecta a la cadena trófica. Ni para esto sirve la muerte de tantas personas.
Kilos y kilos de carne vertidos al mar, para el beneficio de la fauna marina. Peces rechonchos y regordetes que por los reflejos de Pavlov, deben de tener los gritos de angustia y de socorro de los inmigrantes, como condición a su oportunidad de comer.

¿Qué comen los peces del mediterráneo?

Y allí estaba yo, mirando el pescado a la plancha que me habían servido. Un pescado reluciente de grasa, con un aire apetitoso y sabroso. Acababa de leer la noticia de los náufragos que habían desaparecido en alta mar. Y a lo Amelie Nothomb, se me abrió la metafísica de mis tubos. Y se me hizo clara una pregunta grotesca.

¿Qué comen los peces del mediterráneo?

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