Las diferencias culturales son a veces singulares.
Se entremeten sutilmente en la realidad de cada día, en la manera de pensar, de hablar, en nuestras expresiones corporales… Se insinúan pertinentemente en nuestras costumbres, en nuestra cotidianidad. Se deslizan frívolamente en la manera de vestir, de peinarse… Nos pensamos que sólo erradican en aspectos básicos y simples, pero después aparecen en ámbitos tan sorprendentes como en el dominio teatral.
El teatro de blancos no tiene nada que ver con el teatro de negros.
Ya sé que muchos apasionados actores y formadores profesionales me dirían con el mismo dramatismo de Moliere: “El teatro es lo mismo, aquí e allí.” Falacia intelectual. Pues no es así.
Yo he hecho teatro allí…
Teatro africano, teatro simplista, una versión realista del teatro del renacimiento. Comedias rocambolescas y caricaturescas; Dramas domésticos, familiares y sentimentales en los que el bien triunfa siempre sobre el mal. Teatro sacralizado que refleja en las obras, la creencia en los dioses y la educación social. Teatro para clase media y baja. Teatro al alcance del entendimiento de todos. Teatro de cultos e incultos, con expresiones exageradas e explícitas. Teatro africano contemporáneo pluridisciplinaria con cuentos, danza, música…
…Y también he hecho teatro aquí…
Teatro moderno que ya superó el clásico, el medieval, el romántico, teatro ahora alternativo, que se basa en lo espiritual y el inconsciente. Teatro vaporoso, teatro simbólico, abstracto, una desteatralización del teatro con ritmo lento y a veces soporífero, teatro experimental de difícil interpretación y de dudosa comprensión. También hay teatro contemporáneo, realista y más centrado en unos juegos de ideas.
…He hablado con varios amigos actores negros y hemos llegado a la misma conclusión, como dirían los marfileños: “Teatro de blancos no es teatro de negros dèh.”
El teatro es emoción. El teatro es transmitir, es emitir. El teatro es sensación, es crear. El teatro es pasión, es emoción. El teatro es agua y es fuego. El teatro es fuerza y es presencia. El teatro es único en los aspectos profundos e esenciales. Sentido de verdad, organicidad, naturalidad y técnica.
Vale.
Es todo esto. Pero también es educación, es sociedad, es información y es cultura. E igual que la sociedad, la cultura y la educación varían en todos los puntos del globo. Y esto es lo que hace el teatro de blanco y el teatro de negros. Si el entorno social repercuta sobre el lenguaje corporal, la voz y la dicción, ¿cómo van a ser iguales las maneras de interpretar?
Ya sé que más de uno seguirá diciendo: “No lo entiendes. Tienes que parar de catalogar.… La interpretación es interpretación. El teatro es teatro aquí e allí”.
No es catalogar. Es definir, es matizar, es diversificar. No estoy juzgando si el teatro es teatro o no. Ya se sabe que el teatro es internacional. Sólo digo que la transmisión de la interpretación o de los roles cambia según la sociedad, aunque las emociones sean las mismas. La manera de vivir cada sensación es culturalmente diferente. Para unos, simboliza una cosa y para otros, otra.
Y se levanta el telón.
Acto 1. Escena primera:
Cuando a la mujer blanca le anuncian la muerte de su hijo, se queda lívida, blanca. Una tristeza enorme se refleja en su rostro, una pena inmensa la invade y cae con todo su peso encima de la silla. Un simple “No…” lento, fino, sutil e estremecedor deja entender que su dolor es grande. Se lleva las manos temblorosas al rostro, en un pobre intento de controlar sus lágrimas, mientras intenta digerir una noticia que aún no se cree y se niega a asimilar. En sus gestos, se ve dolor e incredulidad. La actriz transmite todo esto, sin pestañear. Y su público, con el corazón en un puño, algunos con pañuelos en la mano, entiende y vive con ella su dolor.
Acto 1. Escena segunda.
Cuando a la mujer negra le anuncian la muerte de su hijo, no deja acabar la frase antes de ponerse a gritar. Se golpea el pecho llorando “bruyamment” y se rompe la ropa que lleva puesta, con sus propias manos. Grita la muerte de su hijo y grita la pena que le da. Con los brazos abiertos hacia los cielos, implora a los dioses que se la lleven a ella también ya que se considera incapaz de asumir este dolor o de vivir en la desgracia de una madre que tiene que enterar a su hijo. Se da más golpes en el pecho, salta, se tira al suelo y llora desconsoladamente y ruidosamente, gritando el nombre de su hijo. Sólo así, su sociedad espectadora entiende su dolor. Algunas de las mujeres del público se dan golpes en el pecho, gritando el nombre de Dios, para acompañarla en su pena. El público se identifica con ella.
Si los espectadores fuesen blancos, se quedarían acongojados, sobrecogidos pensando: “Se ha vuelto loca”. Vale, que la locura puede ser una respuesta a la noticia que ha recibido la actriz pero esto no es lo que ella quiere transmitir. Otros, expertos conocedores e entendidos en toda doctrina teatral, desde el teatro isabelino hasta el teatro moderno, rebosados, cuales croquetas, en el teatro clásico y percusores de vanguardia del renacimiento dirían con ardor: “¿Pero esto qué es? ¿Qué hace? ¿Esto es parte del guión? ¿Esto es arte?”. Ya se sabe que aunque los blancos siempre lo entienden todo, no les gusta la agresividad. Para ellos, la actriz sólo transmite locura, locura e agresividad. Porque no saben que nuestro dolor se muestra así. Para mí, para nosotros, esta mujer negra transmite dolor, dolor cultural. Porque allí, esto es la máxima expresión de cuando tienes mucha pena. Así son los códigos sociales.
El espectador negro que ve a la actriz blanca, no da crédito. No se puede creer que esta mujer no de más muestra de su tristeza, de su desdicha. “Pero bueno…Esta mujer no tiene sangre, ¿o qué?” gritarían unos. “¡Válgame Dios! Esta mujer está poseída por el maligno vodú de la inopia” dirían otros. “¡Qué mala actriz! yo no sólo gritaría, lo daría todo en la emoción. ¡Grita mujer! ¡Llora, hombre! Confíale tu alma a tu Dios.” concluirían otros reputados actores de la vida diaria. Es que el dolor mudo en este caso es difícil de entender.
A veces, siempre hay algún africano iluminado que hace una muestra de Teatro de blanco en África y el público se queda plasmado al ver una obra un poco “sosa”, sin gritos o cantos o expresiones exageradas. Obras lisas en las que sacamos conclusiones alucinantes y tremebundas: “Los blancos se pueden pelear sin levantar la voz”, “Pueden representar los colores con su movimiento corporal” “En el teatro de blancos, salen los actores desnudos a veces”.... Aunque siempre hay excepciones como mi tío, profesional crítico que critica a todo el mundo menos a si-mismo, que jamás ha estado en Europa, que siempre dice con su acento europeo trabajado en la oscuridad de su casa: “No entendéis el arte de los blancos. Yo les conozco. Yo conozco a los blancos. Hay que ser inteligente para entenderlo...”. Tengo otro tío que es aún más inteligente. Hace mezclas de teatro de negros con teatro de blancos. Y tiene los dos públicos contentos.
El teatro es un instrumento de información, un reflejo de lo que es una sociedad. El público entiende aquello que le es familiar. La manera de afrontar los problemas o los retos sociales, es diferente. Para nosotros, actuar bien, no es bordar una obra de Shakespeare. Es tan sólo llevar el público al punto máximo de la emoción. Si las bromas son culturales, la interpretación teatral también lo es, y se ajusta a las demandas sociales.
Me acuerdo de uno que viendo una obra de Romeo y Julieta dijo: “Jo***. No paran de hablar. Queremos acción…”, cuando en media parte del mundo, la gente se queda embelesada escuchando versos de Julieta y rimas de Romeo.
Para nosotros, donde haya una obra de Les Echos de la Capital o de Dah Soglo, o del grupo Soleil levant de Thies, de Gohou Michel, un monologo de Adama Dahico o de Patson, que se quiten los demás. Ante la eterna “La secrétaire particulière” de Jean Pliya, no hay rival. Esto es lo nuestro. Esto es lo que nosotros entendemos. Esto es lo que a nosotros nos hacer vibrar.
Si nuestras sociedades no son iguales, nuestro teatro diario tampoco lo es. Así estoy yo, que cada vez que hago teatro de blancos siempre me sale teatro de negros. Exageración a tope y sentimientos desraizados. Incapaz de interpretar desde donde tiene que salir para enganchar al público blanco. Pero bueno, lo más bonito de todo es saber de uno y saber del otro. Y así disfrutar en todos los ámbitos y gozar tanto de lo implícito como de lo explicito, siempre y cuando naturalidad, sentido de verdad e organicidad se den la mano.
Teatro de blancos no es teatro de negros.
Y se cierra el telón.
http://yaivi.blogspot.com/
La derivada racista de la DANA
Hace 1 semana
2 comentarios:
Qué exposición tan interesante has llevado a cabo.
Definitivamente, desconocía las características del teatro negro. Y me dan ganas de asistir.
Tuve la fortuna de presenciar un concierto de Salif Keita. Y bueno, verdaderamente daban ganas de ponerse uno a brincar y bailar a la par de las personas en el escenario. Era una atmósfera muy alegre. Pero no se experimentaron otras sensaciones, otros sentimientos más transmisibles por el teatro, como estos que expones en el tema de la madre y la muerte de su hijo.
Muy agradable. Saludos.
Uhmmmm Interesante Interesante aunq no soy mu asiduo a ningun tipo de teatro ni negro ni blanco me haz hexo reflexionar q como dices tu acertadamente el teatro se adapta al contorno y costumbres sociales del sitio donde se desarrolla bueno poco podre opinar pero algo que no se como sonara pero tengo amigos negros que cuando me cuentan alguna vivencia lo hacen tan vividamente (es decir imitan a la otra parte perfectamente rien lloran gesticulan en abundancia y si el relato lo amerita pueden saltar o tirarse al suelo es decir impresionante xq casi me siento q he estado ahi!) bueno me imagino q el teatro africano debe ser buenisimo!!! :)
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