lunes, 4 de julio de 2011

NEGROS DE PRIMERA GENERACIÓN...


“Si tuviera el poder de Hiro Nakamura, iría a ver a Martín Luther King después de su discurso y le enseñaría la foto de Obama…”

Soprano lo dice en su canción. Supongo que lo que le mueve es toda la lucha personal que ha tenido que hacer para hacerse un sitio en una sociedad que no es la suya. Pequeñas luchas internas, que sólo entienden los que luchan en el mismo bando. Pero igual que Soprano, hay muchos otros jóvenes, de hoy en día que les tocó vivir una realidad que ellos no escogieron… Aquí va la realidad de Alo.

- ¿Cómo te llamas?
- Alo…
- ¿Hablamos de recuerdos?

Cuando llegue a España, no hablaba castellano y me daban miedo los blancos. Tenía 5 años. Pequeño, curioso y un poco travieso, me vine dejando atrás, mi río natal, mis palmeras, las casas de tierra batida de mi pueblo y todos mis amigos que como yo, no tenían ninguna idea de lo que era “irse”…
Mi padre tenía unos amigos que nos acogieron en su casa, aquí en España. Eran blancos y mi padre trabajaba para ellos en unas oficinas que tenían en Barcelona.

Empecé la escuela a los 8 años. Mi primer día fue escandaloso. Yo era el primer negro que se matriculaba allí. Recuerdo un bullicio alborotador que me dejó aturdido. Todos los niños hicieron un coro a mí alrededor para mirarme y para tocarme. Nunca habían visto un negro. Me asombró su ignorancia. Sólo recuerdo de este día, que no tenía miedo alguno. Les miraba con curiosidad mientras ellos, curiosos también, me miraban y me palpaban descaradamente. Y aún allí, no me di cuenta de lo que me esperaba durante todos los años siguientes…

Durante un tiempo, se repitieron incidentes como los de aquel día. Me rodeaban y me miraban, hablando todos a la vez. Al final, acabé acostumbrándome… En la escuela tenían actividades que desde mi perspectiva, me resultaban peculiares. Pero lo que más odiaba eran las fiestas de carnaval. Las odiaba con todas mis fuerza. Y con canciones que institucionalizaban la burla y el racismo, como la de Mecano “Blues del esclavo” o algunas de Georgie Dann, me sentía humillado cuando se disfrazaban de negros, pintándose y colgándose un hueso en la cabeza. Yo tendría sólo 8 años, pero venía de África y nunca había visto negros con huesos en la cabeza. Nunca entendí por qué se disfrazaban de una cosa que para ellos, era motivo de mofa y de desprecio. También coincidió mi estancia allí, con la serie “Raíces” de Alex Haley y pasaron a llamarme Kunta Kinte cuando querían reírse de mí. Se metían conmigo y me llevaba de vez en cuando, alguna que otra paliza sin importancia. Pero esto era lo de menos. Éramos pequeños… A parte, también tengo que decir que tuve amigos, niños que en esa época, fueron muy buenos compañeros.

Un día, a los 10 años, me vinieron a pegar unos niños. Y mientras me pegaba con uno, recibiendo golpes de otro, alguien me golpeó en la espalda. Me giré y vi que era un niño de 6 años, hermano de los que me pegaban. El niño hacía lo que hacían sus hermanos. Y esto me hizo pensar. El niño imitaba sus hermanos. Y me di cuenta, mientras la revelación me dejaba indefenso bajo los puños de aquellos niños, que a veces, calcamos cosas sólo porque lo hace gente que queremos, sin plantearnos nada. Actitud gregaria y borreguil de niños, que serán el futuro de su sociedad.
Las palizas se encadenaban. Los golpes y las burlas también. Todo siguió igual, hasta que un día me tuve que enfrentar a uno de los chicos más fuerte de la escuela. Ya desesperado y empujado por la rabia de la injusticia, casi le estrangulé. Pagué con él, el dolor de tanta crueldad y de tanta insensibilidad que tenían hacía mí. Yo era un niño como ellos, igual que ellos. Le pegué con toda la rabia de mis 11 años, le pegué ensañando con él toda la furia de tantas mofas y burlas por cosas que yo no había escogido, le pegué con toda la fuerza de aquellos sentimientos de soledad y de marginalización que yo había sufrido durante tanto tiempo… Y desde este día, me gané un poco de respeto.

Recuerdo mis años en la escuela con mucha nostalgia, a pesar de todo lo que pasé allí. No era más que un niño rebelde porque no entendía porque se metían conmigo, niños e incluso algunos maestros, sólo por lo que yo era… En casa tampoco era fácil y estos temas eran, para nosotros, problemas menores.

De mayor tuve que pasar algunos momentos de bochorno porque el color a veces era una barrera a una relación. Más que de mí, la gente se reía de la persona con la que salía, sólo porque salía conmigo…
Y aquello de que te pidan papeles por la cara o más bien por el color… Y un día, decidí que se acabó. Que se acabó aquello de tener miedo sólo porque hay gente que se piensa que cualquier negro es ilegal. Decidí que la policía es policía, fuerza del orden y que no hay que echarse a correr cuando les vemos. Aunque cuando te ven, te avasallan por negro y si pueden, pues te pegan… Decidí que se acabó y desde entonces, más de una vez, me he negado a enseñar mis papeles. Me ha costado alguna tarde en comisaría, pero el amor propio intacto me compensa.
Más tarde me aliste en el ejército y allí me tuve que enfrentar a algunos que llevaban camisetas de grupos nazis como estirpe imperial, batallón de castigo y cuadros de franco. ¿Racismo?



Empecé a tener más conciencia de mi negritud y de las trabas que había en esta sociedad. Empecé a frecuentar ambientes de negros. Y allí me di cuenta de que también había segregaciones geográficas y odios étnicos entre gente de diferentes países africanos. Increíble, sórdido y triste porque en lugar de juntarnos para ser más fuertes, nos dejamos cegar por convicciones erróneas. Con las otras familias negras que había en nuestro barrio, nos veíamos poco. Quedábamos de vez en cuando para alguna boda o alguna comunión. De lo que me arrepiento hoy es de no haber hecho más piña entre todos y luchar juntos en esta guerra de marginalización, en lugar de hacerlo por separado como lo hicimos.

Luego me hice más fuerte y más grande. Me hice muy buenos amigos. Y puedo presumir de tener muy buenos amigos. A lo largo de mi vida, me he esforzado para ser el mejor en todo. En lo cultural, en lo interno, en los estudios y en el trabajo, en todo. Para que nadie me viera como algo menos.
Todavía, del pasado hay algunas imágenes que me vuelven. Recuerdos dolorosos, como cuando aquel conductor de bus hizo bajar a mi madre delante de todos, bramando y gritándole. Me dolió como un disparo en el pecho. Un sentimiento sordo de odio y de rabia contra aquel señor que trataba a mi madre así, por que era negra. Yo no hubiera podido vivir en Sudáfrica o en USA en los 60’s, porque ya estaría muerto o viviendo en la clandestinidad. Pero lo que he aprendido a lo largo de todos estos años, es que es mejor utilizar la astucia, que la propia fuerza física. De pequeño aún me pegaba con los otros niños Pero de mayor, jamás. Me he negado siempre a llegar a estos extremos, pase lo que pase. Me niego a pelear y fío ciegamente mi integridad a mi verbo que es más devastador que mi puño negro.

- ¿Cómo te sentiste durante todos estos años?

Muchos años de mi infancia, me he sentido excluido. Totalmente. Y diferente. Muchas veces, incluso de niño, he sentido rabia y estupefacción. Tristeza nunca. Me sorprendía ver las relaciones que tenía yo con los niños de aquí. Yo antes de venir a Europa, tenía amigos con los que compartía tardes de juegos. Y aquí nada y no entendía por qué. No entendía porque simplemente me menospreciaban por mi color de piel. Y no era que lo suponía, sino porque me lo decían claramente, espetándomelo sin tacto.

A lo largo de mi vida, muchas veces me negaba a llorar, aunque sintiese muy dentro de mí, el dolor por un inmerecido trato. No quería darles el lujo de verme llorar porque no era sólo yo. Era todo lo que yo representaba. Mi familia, mis amigos, mi raza…
Así que ahora tengo que seguir luchando para superarme e irme a envejecer bajo las palmeras de la casa que me dejo mi abuelo en Mbini. Allí está mi hogar, mi paz, mi gente. Aunque siempre hay un día en que piensas: “Qué difícil es todo” y alguna vez, me pregunto si llegaré… Bajones que me dan, pero necesarios para tomar más impulso y llegar más alto. Triste atardecer de la vida y consecuencias de la decisiones de mis padres. Yo no escogí venir a vivir a Europa. Sólo, he vivido todo lo que me ha tocado vivir, aunque solo.

La época que yo viví era una época bastante difícil para los negros, aquí en España. Casi no había negros. Cruzarte con uno en la calle era todo un acontecimiento, no como ahora.

Si tuviera el poder de Hiro Nakamura, hubiera ido a sentarme al lado de Rosa Parks.
Me hubiera ido al templo de Harlem, para empujar a Malcom antes de que le alcance la bala.
Me hubiera ido en la celda de Mandela y le hubiera dicho: “Aguanta… tus ideas te harán presidente de Sudáfrica”.
Me hubiera ido en la casa de Kunta Kinte o a Gorée y les hubiera dado fusiles antes de que llegaran los colonos.
Si tuviera el poder de Hiro Nakamura, iría a ver a los tiradores africanos y les diría que tratan a sus hijos de “inmigrantes de mierda”.

- ¿Qué harías tú si tuvieras el poder Hiro Nakamura?
- Pues iría al futuro a ver si sirvió de algo todo lo que hicieron Martin Luther King, Malcom X, Rosa Parks, James Meredith, Leopold Sedar Senghor, Stephen Biko, Mandela... Todos aquellos que valientemente han luchado por los derechos civiles y la igualad entre negros y blancos. Si tuviera el poder de Hiro Nakamura, iría al futuro a ver si ha cambiado algo porque después de tanto tiempo, todo va aún muy lento…

A Alo, no le conocéis. Pero yo sí.
Y me parece increíble que detrás de esa sonrisa y este aire gallardo, elegante y culto, haya habido tanto sufrimiento.
Alo es mi amigo.

http://yaivi.blogspot.com/

6 comentarios:

Tania dijo...

Que buena historia de veras me encanto!! como es que hay gente que te pude descrimir solo por el color!!! creo que este tipo es un ejemplo a seguir!

Africalandia dijo...

dale un abrazo a Alo de mi parte,
y otro para ti!

yaivi dijo...

Tania! Pues si! Es un ejemplo. Se lo diré...!

Africalandia ! Se lo diré de tu parte !!

Gracias de su parte...!

marta_yo dijo...

Todo un descubrimiento tu blog, me encanta lo que escribes y como lo escribes...

Este post... me impactó. "Qué crueles son los niños" pero solo dicen sin tapujos la crueldad que oyen en sus casas...

Quiero pensar que hoy en día, con mucha más diversidad racial y cultural, los marginados sean los que discriminan

Anónimo dijo...

a mi me paso lo mismo en la escuela mis profesores se metian mucho conmigo y me hacian sentir incomodo, ese racismo me senti identificado en varios puntos

bernardita dijo...

Caí en la cuenta que el racísmo existe más cerca de lo que uno piensa;pero también más lejos.Como decía Kapuscinski es el temor del otro ,lo valioso es que Alo,tu amigo(que suerte tienen ambos)es reciliente y transformó el pavor en grandeza.
saludos desde Chile