lunes, 28 de enero de 2013

LA MUJER Y LOS MONOS DE PELUCHE.


Érase una vez, una mujer muy inteligente.
Aquella mujer era negra como el carbón húmedo y tenía una voz que sonaba como un rió alegre con su melodía viva y dulce. Tenía unos ojos fulgentes como las primeras luces del amanecer y en los que se podía ver singularidad, talento y fuerza. Aquella mujer había estudiado en las mejores universidades de su país de acogida. Había tenido las mejores notas de su promoción, lo que le valió un puesto en una pequeña empresa y con su módico sueldo podía sobrevivir a sus necesidades y a las de su pequeña familia que se había quedado en África.

En el nuevo trabajo había tenido problemas desde el primer momento.  En su primer día de trabajo, encontró un mono de peluche encima de su silla, con un mensaje claro y conciso: “Tú”. Así que eso era ella. Un mono de peluche. Aquella primera vez que lo recogió, no sabía qué pensar o qué decir. Ella siempre había intentado sonreír a todo el mundo y trabajaba porque le gusta trabajar y tampoco aspiraba al puesto de nadie…entonces ¿por qué le costaba tanto encajar con toda esa gente? ¿Por qué tenían que compararla con un mono?

Decidió no darle importancia al tema. Como mujer sabía que era, sabia que no debía de enfadarse. Dicen que “hierre quien puede y no quien quiere”. Pero la cosa siguió. Cada mañana, aparecía un mono de peluche encima de su silla...

Después del duodécimo mono de peluche y después de pensar mucho, al final llegó a la conclusión de que tenía que esforzarse más para que supieran que ella era una mujer culta, y con cualidades sociales remarcables y no un mono, animal primate no humano. Pero se equivocó, porque aunque redobló de atención hacía sus compañeros, seguía apareciendo un mono de peluche cada mañana en su silla.

No sabía quien lo hacía. Podía dudar de todos porque nadie se acercaba mucho a ella. Entonces la mujer decidió pasar de sus compañeros. Después de todo, su obligación era cumplir con su horario y con su trabajo. No necesitaba hacer nada más. Pero su actitud desenfadada tampoco cambió nada. Los monos seguían multiplicándose en su habitación… Más y más peluches. Los tenía todos en su casa.

Allí estaba el primero de todos, en la cabecera de su cama. Allí, el segundo y también el tercero justo al lado del armario; En este rincón había más… Y allí, y allí.... Decenas de peluches mirándola, con un aire burlón como mofándose de ella.

Y de repente, tuvo una idea genial. Claro. Monos de peluche. Juguetes. Juguetes para sus hermanas, para sus primos, para sus sobrinos, juguetes para los hijos de los vecinos de su pueblo. Se sintió tonta al pensar que se quedaba noches sin dormir, temiendo encontrar el mono de peluche en su silla por la mañana.

Y desde aquel día, iba al trabajo contenta, sabiendo que alguien más se habrá ganado un regalo. Cogía los monos con cariño de su silla y sonreía más porque ya no sólo era un mono. Era un objeto de divertimiento para algún niño que ella conocía.  

Y un buen día, cesó. Un día, ya no hubo más peluches.

Pero cuando cesó, ella ya tenía su cargazón de monos. E indescriptible fue la sensación que tuvo viendo sus sobrinos y los niños de su gran familia, abrazados a los monos de peluche, entusiasmados y cautivados por el gran regalo de su tía recién llegada de Europa. Risas, gritos de alegría y algún que otro llanto de niño, calmado por un achuchón materno.

- ¿Y quién te ha regalado tantos monos de peluche, hija? Le preguntó su madre cuando estaban con las otras mujeres sentadas viendo los niños jugar.

¿Qué le iba a decir?

- Amigos, mama, amigos…

http://yaivi.blogspot.com  

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Aquel carbón húmedo con ojos como puñales era lo único bueno de la oficina. El único rastro de vida en tantas horas uniformadas.
Te regalo un mono de peluche, llévalo contigo, no lo mandes de viaje, déjalo velar tu sueño en la oscuridad de tu cuarto.

Anónimo dijo...

¡me ha encantado!

Opiniones Incorrectas dijo...

Muy cierta la moraleja, no hay nada más desconcertante que enfrentar una ofensa con una sonrisa.

Anónimo dijo...

Me parece increíble y admirable la entereza que tenía, día tras día esta mujer, para convertir el odio en una sonrisa. He leído cuentos sobre adolescentes que son discriminados y maltratados, que de adultos, consiguen deshacerse del traje de patito feo que alguien había confeccionado para ellos. Que son capaces de ver su potencial anulado durante años y sacarlo a la luz.. Sí, toda una metamorfosis. Pero en este cuento, no es la protagonista que debe cambiar de traje, sino su alrededor. Hasta cuando alguien más tendrá que sufrir bajo su piel este odio, este rechazo por carácteres puramente genéticos? Por ser más blanco, por ser más feo, por ser más alto, por ser más negro…
Hacen falta muchos kilos de amor para sobreponerse a esta situación o muchos kilos de fuerza personal, de firmeza.. Muchas veces deseo vivir en un mundo al revés. Por cierto Yaïvi, y perdona que te hable personalmente y desde lo desconocido, dale un abrazo de esos muy grandes, con mucho calor, a la protagonista de este cuento. Le podrías pintar una capa roja en la espalda, es una super-heroína!!!!

buscounallum*

El Drac dijo...

En verdad es una mujer sabia.

Anónimo dijo...

Leí esta entrada hace días y sigue en mi mente. Una mujer sabia e íntegra, lo malo es que no todas tenemos esa capacidad de encajar, de positivizar una situación tan injusta. ¿No es algo así como poner la otra mejilla? No sé, creo que yo no sería capaz...me queda mucho camino por recorrer...

IvanBalt dijo...

Bonita historia y realmente admiro a ese tipo de personas que pueden luchar y salir adelante soportando situaciones asi en las que no hay peleas es decir a mi manera de ver no las hay solo hay gente que desprecia a otra por el color de piel y no les consideran ni iguales ni enemigos y contra eso como se puede pelear? y seguir asi dia a dia eso es admirable y bueno lo repito muuuuy bonita historia :) me gusta el final y claro que yo consideraría amigos a gente que me regalan cosas todos los días ;) jeje